Pensé que esta vez veríamos arboles parlanchines, pero ese viejo pueblo está bastante peor de lo que pude imaginar. Los edificios del lugar están totalmente cubierto por vegetación, y ya solo quedan dos residentes: La tabernera del lugar, Marla, y el anciano alcalde. Por el terreno, merodean lo que parecen ser semillas envueltas por unas enredaderas rojas. Gracias a un libro muy viejo que encontramos en la biblioteca del alcalde, descubrimos que se trata de las supuestamente extintas “zarzas sangrientas” (más sobre ellas en el Registro).
En el centro del lugar, había un árbol gigantesco (que terminó saliendo de la tierra y lastimando a Sylphena). Notamos que sus raíces se extendían varios metros en cuatro direcciones distintas. Al final de cada rastro, hay un núcleo de raíces enredadas sobres mismas, envuelto por esas zarzas escarlatas y resguardado por el mismo tipo de semillas andantes.
Lo más preocupante del caso, es que todo está envuelto por esas extrañas zarzas sangrientas, que parecen apoderarse de la conciencia de las cosas que envuelven. Unas anotaciones importantes para todos lo que decidan aventurarse al lugar:
- Por ningún motivo, corten las zarzas o viertan sangre sobre las mismas. No pasan cosas buenas.
- Las semillas andantes son semillas, procuren quitarles la cascara primero para poder aplastarlas. Tengan cuidado si deciden pelear, porque cada semillas destruida, genera dos nuevas.
- La causa de esta situación no son solo las zarzas, parece haber otro ente orquestando desde las sombras.